El espectáculo es una ficción, también lo es el espectáculo político, por eso la repetición de gestos, los tonos de voz, el cuidadoso lenguaje corporal. Los protagonistas del espectáculo son personajes cuyas características son exaltadas de acuerdo con el objetivo perseguido. En los tiempos del espectáculo, del liderazgo individual, del carisma y la identificación aspiracional, encontrar formas distintas y comunitarias de hacer política parece un camino destinado al fracaso. A esto se enfrentaron los zapatistas en 1994, a esto sumado al ya conocido y vivido racismo e invisibilidad de la realidad de los pueblos indígenas, pero su estrategia consistió en usar el hambre de espectáculo a su favor, así nació el personaje, el subcomandante marcos, el mestizo encapuchado. Él se convirtió en el eje distractor sembrado por los zapatistas mientras adelantaban sus procesos políticos bajo formas de relacionamiento igualitario, horizontal y comunitario, esta estrategia fue develada por el propio subcomandante Marcos frente a un grupo de periodistas independientes en un evento en el que el mismo desaparecería para dar lugar al subcomandante Galeano, mediante un acto reivindicativo de la lucha zapatista como una muerte para la vida, que operó también como despedida de la lucha armada y el reconocimiento del carácter civil imperante en el movimiento para ese momento, Diana Taylor lo explica de esta manera “In short, the heroic figure of a mestizo man in military attire had begun to undercut the ethos of a broad, collective, life-affirming movement that was far more powerful and impressive than any one leader”. La muerte de Marcos, puede ser leída, como propone Taylor, como un proceso de desidentificación y en este sentido la atención es dirigida a una realidad menos espectacular pero más real: la cohesión del movimiento zapatista, su ideal comunitario.
El movimiento zapatista no solo ha sabido poner las lógicas del espectáculo a su servicio, sino también las tecnologías de la comunicación, mediante las cuales ha creado una audiencia que traspasa las fronteras mexicanas. Un ejemplo de esto es el caso analizado por Lane, al referirse al uso de las tecnologías en las protesta y actuaciones políticas que tiene lugar en el ciberespacio, en el que, de manera simbólica, la simulación sugirió un conflicto entre posible iguales y en el plano real evidenció la desmesurada fuerza de las políticas del gobierno, en particular su accionar militar. Resulta interesante este concepto de espacio tiempo cibernético y su articulación a procesos recientes de descontento social, como los estudiados Butler en Notes Toward a Performative Theory of Assembly , pero también movimientos como el #metoo #NiUnaMenos o las protestas sociales que actualmente tienen lugar en diferentes países de América Latina.